viernes, 17 de septiembre de 2010

Llorando música

bajo un cielo oscuro. El gran negro cubano tocaba, mas no de cualquier forma. Tocaba dentro y lento, con los ojos cerrados pero no de pensar en cualquier cosa, los ojos cerrados de creer en lo que tocas, de querer sentir lo que tocas.

El cielo respondía con oscuridad y algún travieso fogonazo, la lluvia estaba impaciente por caer sobre aquel sombrero de pana que sujeto por una piedra portaba escasas monedas que caían de los bolsillos de transeuntes que pensaban que dar una moneda era una forma bonita de sentir la música, pero no la sentían.

Él seguía tocando y su negro y cubano pecho se hinchaba, sus brazos cobraban fuerza sus dedos vivían con independencia apretando las teclas del saxo que lloraba gris y oscura música melancólica que empañaba una bella y desierta plaza.

No repetía sus canciones como bien lo suelen hacer los músicos callejeros. No tocaba por tocar, por sacarse unas monedas con un repertorio aburrido y desgastado. Tocaba porque era lo que se le daba bien, lo único que podía hacer en un mundo de sentimientos fugaces y conciencias limitadas. Y ahí le tenía, tocando ásperas melodías que emergían de sus pulmones con fuerza, torpemente, pero de manera sincera.

Y la lluvía se abalanzó sobre la tierra de nosotros los mortales, la plaza desierta dejó de ser una metáfora literaria y se convirtió casi en realidad a excepción del grande y negro cubano, la lluvia resbalaba por las hojas de los lastimosos árboles cayendo sobre su cabeza negra y cubana mientras emitía su drama personal con agridulces notas. El cielo parecía que se iba a derrumbar, el mundo tenía ya un punto y final establecido y el sonido seguía emergiendo con la misma torpeza, ingenuidad y con el mismo maldito sentimiento de que nada más que la música pasaba y ésta era lo único que importaba.


Riaño

martes, 11 de mayo de 2010

La Esquinita

Oscuridad temprana. La tasca abandonada en la esquina es ahogada por inmensas moles de viviendas que apagan el cielo, ventanas sin vida aparente, persianas guardianas de una intimidad circunstancial. Los vehículos al girar por delante de la tasca La esquinita, fogonean el interior creando grotescas sombras e iluminando manchas en las paredes, colillas huesos de aceituna servilletas de papel en el suelo y apatía en los ojos.

En el interior mesas dispersas sin ningún orden aparente, penalidades hechas clientes en incómodas sillas, desfiguradas espaldas, largos dedos que agarran vasos de cristal que se hacen más pequeños conforme el líquido va resbalando por la garganta de quienes los alzan, tímidas toses y banales conversaciones, fútbol y política. Una tele se alza como una deidad sobre sus seguidores, sin sonido, solo imágenes de hechos repartidos por el basto mundo atajados indiferentemente. En la barra fríos boquerones, pimientos sobre panes secos y una tortilla más que rancia blindadas por un sucio cristal con manchas de cerveza derramada. Taburetes que sostienen las cargas de largas piernas y minúsculos pies de altos calcetines. El sereno del desengaño sirve dos copas más. Los dos amigos de toda la vida conversan alegremente animando la monotonía de la tasca.

Con un palillo en la boca, Al menos en Grecia hacen algo, se levantan, gritan...

Lanzan obeliscos...

Aquí ná de ná, voltea el palillo con rapidez con un simple movimiento de boca, por mucho que la caguen todos seguirán votando sus colores...

Y creyendo en el mismo Dios, con los que hay para elegir...

La indiferencia crea la burocracia, que forma la democracia y no al revés...

Como el palillo crea el pincho de tortilla, la gente dice que es de tortilla, pero obvian lo fundamental que es el palillo...

Y lo peor que nada se mueve, ni para alante ni patrás.

Somos un gran fósil jerarquizado...

Jóvenes autodestruyéndose...

La gente ya no se droga como antes.

Un mecanismo asqueroso que sacrifica sus piezas por autoconservarse...

Antes el rey que el peón.

Dos trabajos, dos coches, piso y chalet en la playa...

La mujer burguesa, ¡qué necesidad tenía de meterse en nada!

Se lo digo de verdad, prohibiría trabajar a las mujeres, cuantos menos alimenten a la gran bestia mejor. ¿Usted no? Un avance dicen, ¡una atrocidad!

Reventar antes que morir de hambre...

El ser humano está destinado a su propia perdición...

Los caminos del señor son inescrutables.

La raza humana se difumina en un abismo de oscuras tonalidades hasta que todo explote.

La conversación se apagó con un vino tinto de la casa y un vermouth barato. Afuera, la ciudad callaba indiferente a los pensamientos de sus habitantes. La Esquinita oscurecida por las sombras de los edificios que formaban las farolas, intentando permanecer al margen de cualquier tiempo y cultura, intentando sobrevivir a su sociedad.


Riaño

lunes, 10 de mayo de 2010

Catarsis coagulada

palomas y ratas voladoras fallecen en balcones,
aullidos azotan tejados,
un yonki en el suelo postrado se apoya sobre un frío muro de piedra,
le quema,
está muerto por dentro, es inerte por fuera.

tos y un esputo se precipita sobre la acera,
unas sucias y grotescas gafas intentan tapar unas gotas sobre sus mejillas,
la lluvia.
está hueco por dentro, es invisible por fuera,
un muñeco de paja al que echarle monedas,
amigo, le digo, ¿cuánto te queda?
dositres son cinco y una siete
ya poco me queda, se dice,
ya poco le queda.

palomas y ratas voladoras y aullidos y sucias azoteas,
sangre coagulada sobre las aceras,
alcantarillas que no pueden con más mierda,
el cadáver de un empresario inerte sobre el asfalto ,
una hecatombe de mezquinos le pisotea la espalda,
un HOMBRE preocupado se acerca,
le desnuda, traje camisa corbata, todo fuera,
dejadme morir con dignidad, el cadáver solloza,
sólo son gases, dice el HOMBRE, sólo son gases,
y le arrea un puntapié en la chola.


Riaño


martes, 23 de febrero de 2010

Ideario - Francisco M. Ortega Palomares


Ideario Francisco M. Ortega Palomares


Me da vértigo el punto muerto
y la marcha atrás,
vivir en los atascos,
los frenos automáticos y el olor a gasoil.

Me angustia el cruce de miradas,
la doble dirección de las palabras
y el obsceno guiñar de los semáforos.

Me da pena la vida, los cambios de sentido,
las señales de stop y los pasos perdidos.

Me agobian las medianas,
las frases que están hechas,
los que nunca saludan y los malos profetas.

Me fatigan los dioses bajados del Olimpo
a conquistar la Tierra
y los necios de espíritu.

Me entristecen quienes me venden clines
en los pasos de cebra,
los que enferman de cáncer
y los que sólo son simples marionetas.

Me aplasta la hermosura
de los cuerpos perfectos,
las sirenas que ululan en las noches de fiesta,
los códigos de barras,
el baile de etiquetas.

Me arruinan las prisas y las faltas de estilo,
el paso obligatorio, las tardes de domingo
y hasta la línea recta.

Me enervan los que no tienen dudas
y aquellos que se aferran
a sus ideales sobre los de cualquiera.

Me cansa tanto tráfico
y tanto sinsentido.

Parado frente al mar mientras que el mundo gira.

jueves, 7 de enero de 2010

Cuento por Riaño


A-léthia






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Riaño