lunes, 20 de julio de 2009

ἐλπίς

Dime dónde está, me encantaría encontrarla en el medio de un bosque, en una charca en primavera, en mi cuarto o en las palabras de la gente.

Pero no, ἐλπίς no está.

Ha muerto, como el resto de las deidades, murió, y ya no queda ἐλπίς. La mataron los hombres, puede que sólo la crearan para usarla, de vez en cuando,

crearla para cuando les apeteciese nombrarla y así consolarse,

así son los hombres, crean y se olvidan,
y yo como hombre, ya no creo en esta mujer.
Creo que soy cómplice del asesinato de tal bella figura,
pero no hay cuadros, ni fotos, ni escritos sobre una Diosa tan perfecta y bella,
¿por qué cojones no hay cuadros sobre una Diosa tan perfecta y bella?

Y no la veo,
no, ni en cuadros, ni en fotos, ni en escritos,
ni sale de los actos de sus asesinos,
y yo no espero que reviva,
así, descansa en paz, Diosa Esperanza.


Riaño

viernes, 17 de julio de 2009










Oh dios...
Me estoy matando, bebiendo y fumando,
engañando al tiempo para soñar despierto y morir soñando.
Apenas veo el cielo con el humo de las fabricas
ni oigo a mi conciencia con el ruido de las máquinas.

Pero, sé lo que hay bajo esas gafas de sol en diciembre,
problemas y una mujer que no se defiende.
Todavía no ha amanecido ni nada parecido
pero un ángel aguarda en la parada del bus para traer algo a su nido.

Puedo creerme dios si escribo un nuevo verso
pero dime quien soy yo en proporción al universo.
Y así descendí de la nube en la que vivía
y aprendí que para mí la rutina no es monotonía.

Vivo en un mundo en el que la libertad tiene precio,
procura que tus palabras sean mejores que el silencio
y, cuando mi alma esta negra y nada me alegra tía,
no hay lágrima en mis ojos pero lloro todos los días

Mi canto es de dolor como el de un pájaro enjaulado
apenas distingo el olor desde aquí al parque de al lado.
Era más feliz cuando era un crío ignorante
ya, bueno como todos, pero ya no todo es como antes.

Sé que mi defecto es pasajero,
pero también sé que no vivir para siempre representa al mundo entero,
y somos héroes de la clase obrera el villano es el tiempo,
esclavo laboral al borde del aburrimiento.

Soy un alquimista mortal sin miedo a la muerte,
escribo versos de oro cuando muera vendré a verte
desde el infierno terrenal hasta mi cielo subterráneo,
planeo a ras del océano sin temor a hacerme daño.

Mi musa es una brisa de humo gris,
represento al mundo entero pero solo creo en mí.
Poeta y dramaturgo, taciturno de la urbe,
dibujando nubes de humo con los dos dedos en V.

El sol se precipita sobre el horizonte,
una nueva cita con mi musa y no sé donde.
Educa a los niños para no castigar a los hombres,
comprometido con el arte pobre diablo muerto de hambre.

Para ver el arco iris has de soportar la lluvia
y yo siempre torturándome para ver si algo me alivia.
Y grítame grita miel grítame, vuelvo a mi cripta,
el tic tac dicta.



Lechowski- Donde duele inspira/36500 dias

martes, 14 de julio de 2009

La dama del perrito

El título miente, no era una dama, era una muchacha. Los títulos siempre mienten.

Y sí, llevaba un perrito, blanco además. No puedo decir si el perro era bonito, porque estaba a 9 pisos debajo de mí y unos cuantos cientos de metros más adelante. Y ella estaba allí, con el perrito, pero el perrito era sólo la escusa, estaba ahí como en el escenario de un teatro representando una obra que sólo veía yo, andando, contoneándose graciosamente con esa camisetita verde, esa larga melena negra y esa falda corta blanca, esa falda que se movía de un lado a otro cada vez que daba dos pequeños pasos. Andaba con el perrito, bajando la calle poco a poco, a veces se paraba y miraba atrás. Joder, quizás fuera por mi nivel de alcohol en sangre, pero andaba y de vez en cuando miraba hacia atrás, miraba incluso cuando seguía andando hacia adelante, torciendo su cabeza lentamente, y creía que miraba hacia la ventana donde yo estaba. Andaba, miraba a su perro, giraba la cabeza, miraba hacia atrás, andaba, la ponía en la posicion normal y vuelta a empezar.

Bajó la calle lentamente, con su contoneo, con su gracia, con su faldita y perrito blancos, delicada, parecía que el fuerte viento veraniego la iba a empujar ayudándola a adelantar sus pasos, y justo cuando la iba a perder debido a un gran edificio marrón, se paró, y se quedó ahí, parada, mirando hacia mi ventana. Joder, yo estaba muy lejos, ¡pero miraba hacia mi ventana!

Y luego recorrió sus pasos, se fue acercando y esta vez no miraba hacia atrás. Coño, a pesar de no ver su cara, me hacia más gracia cuando estaba de espaldas, su contoneo se apreciaba mejor. Pero al cruzar la plaza cercana a mi casa, se volvió a poner de espaldas, bueno, de lado, y luego en diagonal, y desde mi ventana se veía alejarse otra vez más, y veía su espalda, su faldita y su contoneo, izquierda-derecha, alejarse, calle abajo una vez más, dejando el sol a sus espaldas, su sombre en frente y su perrito al lado. Y fue increíble cómo se alejaba, no sé si por el contoneo, por la faldita, por la puta melena negra que le llegaba a media altura de la espalda o quizás porque la luz del sol, de estas luces de atardeceres que llegan a su fin, iluminaban toda la calle, el edificio que dejaba a un lado, la carretera que dejaba en el otro, su pelo, su cuerpo, su camisa y su falda. Lo iluminaba todo y parecía que el sol estaba hecho para iluminar su paseo de vuelta, calle abajo, hasta que la dejé de ver, porque un maldito árbol me tapó la vista.

Voy a escribir como un cerdo, me dije.



Riaño

jueves, 9 de julio de 2009

Cuando todos duermen...

La noche, ay Madrid en la noche, en la madrugada. Sobre las tres de la mañana Madrid cambia, las calles ya no huelen a contaminación, no están llenas de ruido, de coches y camiones, de gente con prisa. Por la noche Madrid tiene otro olor, un aire húmedo y frío, huele a frescura. Por la madrugada es cuando más concentrado estoy, cuando menos pienso en dormir. Sí, me encantan esas madrugadas en Madrid en las que abro la ventana y aspiro, como cuando voy al campo tras mucho tiempo y no me creo el aire tan puro que hay y mis primeras bocanadas de aire las hago más profundas. Aspiro, cierro los ojos, miro a los taxistas soportar las últimas horas, a los pocos conductores que vencen al sueño en el asfalto, a los encargados de la limpieza refrescar con agua las calles; y sí, la madrugada me relaja y me inspira. Me inspira y me encanta quedarme despierto, miro el reloj de mucho en mucho aguantando la costumbre de irse a dormir por la noche, porque son en esos momentos cuando yo estoy más despierto que nunca, es cuando más pienso, cuando más me rallo sobre las ideas que me vienen, cuando más melancolía tienen mis recuerdos, cuando más ideas me vienen a la cabeza, cuando más profundas me parecen las canciones y más bonitos los párrafos, cuando mejor escribo y cuando más agusto me siento.

Cuando todos duermen, yo, vivo.



Riaño

sábado, 4 de julio de 2009

Madrid duele

Ella. Pelo moreno hasta los hombros, grandes ojos marrones, bonita sonrisa. Tímida pero preciosa, amable y divertida. Además, estaba realmente bien de cuerpo, algo que no me importaba realmente. La contemplaba, más borracho de lo que me apetecía, las épocas de grandes resacas habían pasado para mí, al igual que las oportunidades que pudiera tener con Ella. Pero aún así me daba igual, la miraba y Ella reía, ajena a todo lo que me pasaba por la cabeza, reía, me miraba y seguía sonriendo y luego desviaba la mirada para seguir con sus cosas, hablar con el resto de nuestros colegas o yo qué sé, la verdad que me daba un poco igual lo que estaba haciendo en ese momento, sólo me importaban esos ojos marrones.

Más tarde, cada uno por su lado, yo a mí casa, y no quise pensar qué pudiera estar haciendo Ella. Sin duda yo sería el único de los dos que pensase en el otro. Y así me quité la camiseta, cogí una lata de cerveza, estiré los pies para situarlos a nueve pisos del asfalto madrileño y y mientras escuchaba una canción de hip-hop con bases de jazz y el aire acariciaba mis pies, pensaba en qué demonios podía escribir para sacarme lo que llevaba dentro y así olvidarla, como olvidé a tantas otras.




Riaño

jueves, 2 de julio de 2009

Para escritores

" Incluso en mis horas más bajas siento las palabras burbujeando dentro de mí, no como algo vanidoso, sino como algo necesario... Tengo que volcarlas sobre el papel o se apodera de mí algo peor que la muerte. Cuando empiezo a dudar de mi capacidad para trabajar con palabras, sencillamente leo a otro escritor y entonces sé que no tengo de que preocuparme, compito solamente contra mí mismo..."

Monólogo de la película Factótum de Ben Hamer, adaptación de la novela de Charles Buckowsky y primer track del disco "Donde duele inspira", de Lechowski.

miércoles, 1 de julio de 2009

La noche

es noche y nada más. Taxistas en la plaza, hablando, soportando la noche y nada más, una sirena muda de un patrulla lucha con la luz de un camión de limpieza y que junto con las farolas iluminan la ciudad.

En frente de la ventana del narrador, un gran hotel, sólo con una ventana iluminada, la del último piso. En el balcón de la ventana iluminada una pareja, apenas se distinguen, el narrador apenas puede ver sus contornos, se funden con la luz que viene del cuarto en el que se hospedan. Parece que se trata de un hombre y su novia, quizás de un hombre y su hija, o de una pareja de jóvenes, dos chicas o un par de veinteañeros, no se ve bien, y permanecen ahí, parados, fijos sin moverse, quizás hablando sobre la ciudad de Madrid, quizás hablando de nuestro narrador que deja de contemplarlos por miedo a que ellos estén mirándole.

Nuestro narrador se fija en la pareja, el de la izquierda más alto que la figura de la derecha, pero a veces ambas figuras se equiparan, aunque no se muevan. Nuestro amigo y compañero narrador sigue a lo suyo, a las dos de la mañana bebiendo una cerveza [su marca de cerveza aquí] y viendo como los taxistas hablan, como los patrullas se mueven por la iluminada ciudad, disfrutando del frescor de la noche y nada más.

Las figuras de repente alzan los brazos, sus brazos derechos, señalando a nuestro pobre e indefenso narrador, sus brazos derechos apuntando hacia la ventana en la que nuestro algo borracho narrador permanece algo asustado, con la mirada fija en la ventana del hotel donde permanecen esas inquietantes figuras y sus aún más inquietantes dedos que lo señalan. Los brazos no ceden, como si la vida o la muerte dependiese de ello, señalando a nuestro agotado narrador. Éste no sabe que hacer, se rasca la cabeza, deja de mirarles y presta atención en el asfalto urbano, pero la curiosidad le puede y vuelve a mirar, y ahí están, las figuras inquietantes señalándole. Así que bueno, me lo tomaré con filosofía, se dice, no les veo bien, continúa, la cerveza, la noche y la iluminación de su cuarto me estén engañando, sí, es la cerveza-noche-luz y nada más.

Pero nuestro joven narrador no logra tranquilizarse y sigue viendo esos dedos, dedos que le señalan que le juzgan que le inquietan, desde lo alto del hotel en frente de su ventana. Entonces nuestro narrador comienza a gritarles, ¡qué cojones queréis!, comienza a gritar a las figuras. ¡Dejadme en paz! añade, ¡BAJAD ESOS MALDITOS BRAZOS!

Pero las figuras no ceden, no. Los brazos permanecen fijos, señalando la ventana de nuestro protagonista y narrador quien vuelve a pegar un largo trago a la cerveza y tira la lata por la ventana intentando alcanzar el hotel, pero se queda a medio camino. RISAS, risas horrendas empieza a oír nuestro horrorizado narrador que no deja de escribir para intentar saber qué demonios está pasando y os prometo que no lo sé, son eso, figuras que me señalan y nada más y no puedo dormir... Son las 4 de la mañana y no puedo dormir. Esas figuras no dejan de señalarme, cada vez que miro ahí están y sólo responden con risas horrendas, oh dios mío, qué puedo hacer.

Suena el timbre, no, no puede ser verdad.

No, claro que no es verdad, es una ilusión, al igual que las risas. Pero las risas se hacen más fuertes, y el timbre suena una y otra vez. ¡Qué cojones queréis de mí! grito a las malditas figuras, ¡el qué!

Pero las figuras siguen riéndose.

Y siguen

Y el telefonillo

Y los taxistas siguen ahí abajo. ¡Oye, ayuda! ¡AYUDA! ¿¡¿POR QUÉ NO ME ESCUCHÁIS?!?

¿¡¿POR QUÉ?!?!

Mi pulso se aceleraya ni siquiera puedo escribir bien, dios mío qué es sto q pasa aki, es una pesadilla, si sólo una pesadilla,

RISAS TELEFONILLO RISAS

Una pesadilla, si me tiro por la ventana seguro que me levanto de este horroroso sueño, sí seguro... Porque es éso, un sueño y nada más.

Nuestro narrador sube la pierna hacia una ventana abierta y se apolla con los brazos en las que están a su lado. ¡Joderos! ¡MI DESPERTAD SERÁ VUESTRA MUERTE!

Y nuestro narrador cae por la ventana, cae y se estampa contra la acera. Sus sesos se esparcen por la plaza y la sangre fluye hasta los taxis aparcados en el asfalto.

Joder, qué loca está la gente de esta ciudad, dice uno de los taxistas.

Y que lo digas.