La noche, ay Madrid en la noche, en la madrugada. Sobre las tres de la mañana Madrid cambia, las calles ya no huelen a contaminación, no están llenas de ruido, de coches y camiones, de gente con prisa. Por la noche Madrid tiene otro olor, un aire húmedo y frío, huele a frescura. Por la madrugada es cuando más concentrado estoy, cuando menos pienso en dormir. Sí, me encantan esas madrugadas en Madrid en las que abro la ventana y aspiro, como cuando voy al campo tras mucho tiempo y no me creo el aire tan puro que hay y mis primeras bocanadas de aire las hago más profundas. Aspiro, cierro los ojos, miro a los taxistas soportar las últimas horas, a los pocos conductores que vencen al sueño en el asfalto, a los encargados de la limpieza refrescar con agua las calles; y sí, la madrugada me relaja y me inspira. Me inspira y me encanta quedarme despierto, miro el reloj de mucho en mucho aguantando la costumbre de irse a dormir por la noche, porque son en esos momentos cuando yo estoy más despierto que nunca, es cuando más pienso, cuando más me rallo sobre las ideas que me vienen, cuando más melancolía tienen mis recuerdos, cuando más ideas me vienen a la cabeza, cuando más profundas me parecen las canciones y más bonitos los párrafos, cuando mejor escribo y cuando más agusto me siento.
Cuando todos duermen, yo, vivo.
Riaño
jueves, 9 de julio de 2009
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1 comentario:
Qué libertad hay en tus expresiones. Envidio sanamente el no vivir angustiado por otras ataduras y poder respirarla en la madrugada.
La libertad la tenemos al alcance de nuestra mano, pero somos tan estúpidos que no somos capaces ni tan siquiera de olerla. Al final todos tendemos a reagruparnos en la Campana de Gauss como ovejas en un rebaño, y cuando miramos atrás se nos ha pasado la salida.
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