XIV PREMIO REINA SOFÍA DE POESÍA IBEROAMERICANA
Palacio Real de Madrid, 28 de octubre de 2005
Discurso del Poeta Juan Gelman
"Agradecimiento
Deseo, ante todo, expresar mi profundo agradecimiento al jurado del Premio Reina
Sofía de Poesía Iberoamericana, a la alta investidura que lo patrocina y a las instituciones que
hacen posible esta honrosísima distinción que hoy se me otorga, Patrimonio Nacional y
Universidad de Salamanca. Siento que este premio es sobre todo un reconocimiento a la
poesía que nace de las entrañas de la región, un reconocimiento a quienes en ella insisten en
este duro quehacer, intentan expresar el centro de sus obsesiones aun sabiendo que no hay
centro y todo es intemperie. En su nombre lo recibo y lo dedico a quienes bien podrían hoy
estar aquí y en mi lugar.
Me conmueve en particular el marco de esta ceremonia. Es el de la España de hoy, la
que no acepta una aventura bélica que trae al mundo zozobra y muerte, la España que rompe
clausuras sociales que lastiman la intimidad de las personas, la que abriga a la cultura y abre
puertas a la belleza posible de cada ser humano, la que se esfuerza por recuperar su memoria
cívica porque sabe que sin pasado claro no hay futuro claro. El espíritu de un país que olvida
su verdad no puede agrandar sus horizontes. Para los griegos de Perícles, el antónimo de
olvido no era memoria, sino verdad. España ha sufrido el azote brutal del terrorismo y
América Latina sabe de la muerte temprana e injusta causada por otro terrorismo, el
terrorismo de Estado: 80.000 muertos en El Salvador, otros tantos en Guatemala, 30.000
desaparecidos en Argentina, también en Chile y Uruguay, nos dicen que la voluntad de
justicia cuesta caro en nuestros suelos. En ellos nunca fueron livianos los Dürftiger Zaite, esos
tiempos mezquinos de los que Hölderlin habló. Y menos ahora, cuando el neoliberalismo
imperante ensancha impune la brecha entre ricos y pobres y la miseria es el único plato que a
millones de latinoamericanos se les sirve cada día. Sin embargo, la poesía sigue viva, es un
tirar contra la muerte, su mera existencia resiste el envilecimiento de lo humano "en edad tan
detestable como es ésta en que vivimos", que dijera don Alonso. ¿Tiene entonces la poesía
que mirar cara a cara la pérdida cada vez perdida, no para hacer de ella una repetición, sino
para buscar en ella algún poder afirmativo, algo que vuelva distinta a la repetición?
La poesía habla al ser humano no como ser hecho, sino por hacer, le descubre espacios
interiores que ignoraba tener y que por eso no tenía. Va a la realidad y la devuelve otra.
Espera el milagro, pero sobre todo busca la materia que lo hace. Nombra lo que la esperaba
oculto en el fondo de los tiempos y es memoria de lo no sucedido todavía. Sólo en lo
desconocido canta la poesía. Ella acepta el espesor de la tragedia humana, pero no obedece al
principio de realidad sino al orden del deseo. Choca contra los límites de la lengua y va más
allá en el intento de responder al llamado de un amor que no cesa. Es un movimiento hacia el
Otro, pasa de su misterio al misterio de todos y les ofrece rostros que duran la eternidad de un
resplandor. Corrige la fealdad, es ajena al cálculo y da cobijo en sus tiendas de fuego. Se instala en la lengua como cuerpo y no la deja dormir.
La lengua es la patria de muchas patrias, la infancia, el hogar, una manera de ver el
mundo, de hablar con él, y es una dicha grande para mi haber nacido en castellano. “Claro y
límpido raudal/ es la lengua que yo adoro,/ Ia lengua de versos de oro/ y de vibración
marcial./ Es dúctil como el metal/ y rica como el tesoro/ que dejó Boabdil el Moro/ allá en su
Alhambra oriental”. Bien quisiera haber escrito yo estos versos del poeta argentino Leopoldo
Díaz Vélez. El castellano es una lengua en estado germinal. Los indígenas de Guatemala, o de
Chiapas, para bregar contra un racismo ominoso, abandonaron su encierro de cinco siglos en
el maya, el quiché, el tzotzil, frágil defensa contra el conquistador de ayer y el de hoy, y su
irrupción en el castellano "blanco" trae expresiones y giros sintácticos que ensanchan su
latitud. Nuestra lengua crece y crece. La palabra es moneda que corre de mano en mano, decía
Mallarmé, y cada mano le agrega su calor, construye sus errancias.
Paul Valéry afirmó que un poema no se termina, se abandona, y de esto se hizo eco
Octavio Paz. Creo lo contrario: el poema abandona al poeta en el desierto de su deseo no
saciada. La escritura del poema exige la abolición del mundo. El poeta se metamorfosea
entonces y, como Odiseo, entra al poema disfrazado de mendigo. En realidad, mendiga el
nombre de lo que no tiene nombre todavía, el "aquello" de San Juán. La palabra es el timón
del universo, advirtió Filón. Y hay tanto mundo que la palabra no navega todavía. Por eso es
frágil la condición de los poetas, no encuentran sostén en su obra, todo poema se convierte en
pasado una vez escrito y sólo deja una sed de lo que va a venir. Pero, como dijo don Alonso, “
día vendrá donde veas por vista de ojos cuán honroso es andar en este ejercicio”.
Premiar el mester de poesía, esa Cenicienta de la literatura que apenas ocupa
rinconcitos en los catálogos de las grandes editoriales, es un acto casi heróico. Va a
contramano de estos tiempos y a favor de la historia. La poesía viene del fondo de los siglos y
ninguna catástrofe natural o de mano de hombre ha podido cortar su hilo poderoso. Es un hilo
que nos une a todos y sólo se acabará cuando se acabe el mundo.
Muchas gracias"
Callar- Juan Gelman
Una ola de amo que
va de mi cuerpo al tuyo es
una humana canción.
No canta, vuela entre
tu boca y mi verano
bajo tu sol. El calendario no
tiene esta noche o fecha en su papel.
El manantial de vos
cae como vino en la copa
y el mundo calla sus desastres.
Gracias ,mundo , por no ser más que mundo
y ninguna otra cosa.